domingo, 11 de marzo de 2012

Las angustias de hoy

Bueno prometo que no volverá a ocurrir esto de estar tanto tiempo sin escribir estos canutazos. Pero han pasado algunas cosas en este tiempo que me han impedido acudir a este rincón a desahogarme y a contar vivencias y pensamientos. Algunas cosas vale la pena contarlas, otras se quedan en esa zona cerebral en las que van y vienen, en las que aparecen cuando deseas dormir y te desvelan sin remisión. En fin, las cosas de la vida.
Todos coincidimos que no son buenos tiempos para el periodismo, para los que se dedican a la prosa o para los que queremos seguir viviendo de contar cosas.En este tiempo he tenido que ir a los juzgados a reclamar y allí he visto una sala que nunca aparece en los medios. Una sala de espera diáfana con rayas horinzontales en diversas tonalidades de grises que al poco tiempo de pasear arriba y abajo te marean y te trasponen. A primeras horas está llena de trabajadores nerviosos que esperan una solución a su despido, de abogados que repasan su defensa para esos despedidos o para el empresario que firmó las cartas en las que terminaba la relación laboral. También se encuentran algunos de esos empresarios. Y hay mucho desasosiego y ansiedad y frustación y sobre todo negros nubarrones de futuros inciertos.
La sala se va vaciando poco a poco. Hay acuerdos y vistas celebradas. Hay declaraciones y propuestas de entendimiento. Y a medida que eso se va produciendo se van. La mayoría a casa a explicar qué ha pasado. Otros a seguir con lo mismo, con lo de los despidos.
Lo que vi aquella larga mañana allí no lo he visto reflejado en ningún medio. Pero más difícil es relatar lo que uno siente mientras espera. ¿Qué pasará? ¿Porqué el acuerdo lo hablan los abogados y a uno se lo presentan en el último momento? ¿Tengo suerte porque en vez de llegar a un acuerdo para irme me proponen quedarme? ¿Porqué hemos tenido que llegar hasta aquí y no han reconocido todo esto en las conversaciones en la empresa?
En fin, fruto de aquel acuerdo hoy comienzo un tiempo de radio en la casa en la que hice eso mismo durante once años. De ser subdirector de una emisora ya líder con diez horas de programación propia y con un modelo de forma de hacer las cosas pasamos a una en la que solo haremos tres horas de programación y en la que el escaso personal tiene otras competencias.
Esta es la parte que vale la pena contar. La otra, la que no cuento, es la que me desvela. Pero se la pueden imaginar. ¿O no?

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