martes, 1 de enero de 2013

Palabra de Rey

Ya estamos en el 2013, ese que dicen los "gurús" económicos que será terrible, aún peor que el 2012 en el que la tasa de desempleo ha llegado en Canarias al 34 por ciento, que ha quintuplicado las cifras de desahucios, que ha traido pobreza para más de 150.000 canarios que han dejado de percibir sus prestaciones de desempleo y que ha generado una dinámica negativa que ha primado por encima de unas cifras positivas como han sido la del turismo.
Estamos viviendo unas fiestas diferentes, con mucha gente pasándolo mal y con otros que están llenos de incertidumbre y que contienen su gasto por no saber qué va a pasar.
Pero se han mantenido las tradiciones. Hemos felicitado, nos hemos deseado buenos propósitos para este año y confiamos en que los malos augurios no se cumplan. Nos agarramos a cualquier cosa que nos diga que puede haber mejoría.
Este año también hemos tenido mensaje navideño del Rey de España, que apareció en la televisión sentado en el quicio de un mesa de trabajo, es decir, hablaba como el que no quiere la cosa, que se apoya ahí como el que sido descubierto por una cámara en el momento en el que pasaba por alli. Un Rey que ha tenido que pedir perdón este año por irse a cazar elefantes mientras el resto de los mortales no sabe qué va a pasar con lo suyo, con una familia en la que alguno confundió lo de conseguidor con afanador y en la que la vida familiar ha sido un concepto de difícil asimilación dentro de los muros de La Zarzuela.
Decía el Rey en dus palabras que quería "reivindicar la política grande, esa que para destacar su dignidad y valor solemos llamar la política con mayúsculas. La que, desde el gobierno o desde la oposición, fija su atención en el interés general y en el bienestar de los ciudadanos. La que, lejos de provocar el enfrentamiento y desde el respeto a la diversidad, integra lo común para sumar fuerzas, no para dividirlas. La que sabe renunciar a una porción de lo suyo para ganar algo mayor y mejor para todos. La que busca el entendimiento y el acuerdo para encauzar y resolver los grandes y fundamentales desafíos colectivos. La que se cimenta en el espíritu de servicio y se acomoda a los principios de la ética personal y social. La que, en fin, es capaz de sacrificar la satisfacción del corto plazo, a menudo efímero, para ensanchar el horizonte de sus ambiciones".
Que bien suena. Son palabras grandilocuentes en un hombre de Estado. Pero no es un hombre cualquiera, es el Jefe del Estado, un Rey que reina pero no gobierna, el primero -aunque su papel sea el de árbitro- entre todos. Por tanto todo eso está bien que lo digamos nosotros, pero él tiene la obligación, al menos moral, de procurar que se cumplan. De hablar con Gobierno y oposición para que trabajen juntos y no sacrifiquen el corto plazo en discusiones partidistas, que dejen de hacer política en favor de la búsqueda de horizontes más amplios.
Pero hay otros pasajes más claros. Decía Don Juan Carlos I que "austeridad y crecimiento deben ser compatibles. Las renuncias de hoy han de garantizar el bienestar de mañana, en un plazo razonable de tiempo, de manera que se asegure la protección de los derechos sociales que son seña de identidad de nuestra sociedad desarrollada". Es como para decirle a su Majestad que no nos los diga a nosotros, que a quien debe repetirle hasta la saciedad ese concepto es a Mariano Rajoy y a sus ministros, todas las mañanas, tardes y noches que sean necesarias para que lo entiendan y lo acometan.
Y en concreto debe encerrarse con De Guindos y Montoro y repetirle la parte del mensaje en la que decía "pero no todo es economía. Por muy evidente que sea, no es malo repetirlo: no todo es economía. No ignoro que la política no vive hoy sus mejores horas en la percepción de los ciudadanos. Por esta razón yo quisiera esta noche reivindicar la política porque su papel es fundamental en la salida de la crisis". Eso lo sabíamos ya, los ciudadanos llevamos tiempo diciendo que en aras a las medidas económicas no están matando en todos los sentidos. Debe decírselo a ellos, a los que lo hacen todo bajo la excusa de la herencia recibida, de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, de que ya no teníamos más crédito en Europa, de que hay que cumplir el déficit.
Háblelo con los que mandan, Majestad, usted que puede, impóngase a esta forma de gobernar, comprométase a arreglar esto y si lo consigue podrá volver a cazar elefantes sin que nos moleste y sin que tenga que pedir perdón. 
Dar un discurso apoyado en el borde de una mesa de un despacho lujoso es fácil, lo realmente difícil es pasar de las palabras a los hechos. Para un Rey debería ser más posible que para el resto de los ciudadanos, porque su palabra es eso, la del Rey. Si se lo propone, claro.